Hoy tocaba senderismo del bueno. Por la mañana salimos rodando hacia el norte de Senja, con la promesa de montañas puntiagudas y vistas que quitan el hipo. Condujimos casi 100 kilómetros en unas dos horas, hasta Fjordgard. Bueno, casi. Aparcamos justo antes del túnel que lleva al pueblo, porque ahí era gratis, y ya sabéis que a papi le gusta el senderismo pero no los parkings de pago.
Comimos en la cámper para coger fuerzas, y sobre las tres de la tarde empezamos a subir. Aquí hay dos montañas muy famosas: Segla, que se levanta como una vela gigante clavada en el mar, e Hesten, desde donde puedes ver Segla entera sin tener que treparla. Nosotros hicimos el triángulo completo: salimos desde Fjordgard, subimos a Segla, luego a Hesten y volvimos al punto de partida. Todo sin ponernos triángulo ni GPS: el sendero está bien marcado y el paisaje es de los que te hacen parar cada diez pasos para sacar una foto o simplemente quedarte con la boca abierta (yo aprovecho esos momentos para olisquear todo).
La mejor parte: no había tantísima gente como en Lofoten. Aquí se podía caminar sin tener que esquivar palos selfie o gritar “¡Hola!” cada cinco minutos.
Después de la excursión, regresamos al coche medio cansados pero muy contentos. Y entonces… sí, otro ferry. Este viaje está siendo como un buffet libre de ferries, y ya no nos caben más en el estómago. Condujimos apenas 20 kilómetros hasta el embarcadero de Botnhamn y tuvimos que esperar más de una hora y media para cruzar a Brensholmen.
Eso sí, en estos ferries más pequeños, a mí me dejan subir a cubierta o salir del coche sin problema. Yo me doy un par de vueltas entre los coches, inspecciono el terreno, huelo alguna rueda sospechosa y, cuando ya tengo todo controlado, vuelvo por mi cuenta a la cámper. Se está mejor ahí, tumbado a mi aire.
En tierra firme seguimos conduciendo, buscando un sitio donde pasar la noche. Y aunque eran las nueve de la noche, el sol seguía ahí como si fueran las cinco. ¡Esto de que no se haga de noche nunca me está descolocando mis siestas!
Finalmente, encontramos un escondite tranquilo y bastante bonito cerca de un fiordo. Nada espectacular, pero muy íntimo y silencioso. Ideal para soñar con montañas puntiagudas, bacalao colgando y ferries que llegan a la primera.
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