Hoy descubrí que los “circos” de los Pirineos no tienen payasos, pero sí carteles que parecen una broma. Dos montañas, tres prohibiciones y un papi decidido a hacer fotos aunque me toque vigilar la camper. ¡Menos mal que en el Col du Tourmalet los perros sí dormimos calentitos!
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Tussen gigantische bergen en Siberische wind ontdekte ik het meest serieuze circus ter wereld: dat van Gavarnie. Zonder clowns, maar met rotsen die als publiek dienen en een papa die bijna smokkelaar werd.
Vandaag werden we overvallen door luiheid en we vertrokken om één uur, met de elegantie van iemand die de kunst van het nietsdoen beheerst. Lidl, goedkope diesel en de Pyreneeën die opdoemen: een dagje lanterfanten met uitzicht.
Vandaag sloop ik Toulouse binnen: ik besnuffelde straten, stak bruggen over en sprong bijna de lucht in met een Beluga XL. Steden, pas op, er loopt een ontdekkingsreizende wijnmaker rond!
De regen omringde ons, Toulouse riep ons en de bank hield ons tegen. Uiteindelijk wonnen de dutjes, de gedachten van papa Edu en mijn talent om niets met stijl te doen. Een dag zonder richting, maar vol hondenrust.
La lluvia no nos detuvo: siestas, lavandería y aventuras perrunas por Montauban hasta encontrar nuestro refugio nocturno
Hoy hemos viajado entre la lluvia, los deyavús y las fortalezas. Papi Edu juraba que Najac le sonaba… y tenía razón. Entre piedras antiguas, maniquíes polvorientos y un sol tardío, acabamos el día en un rincón encantador llamado Bruniquel.
La lluvia nos despertó antes de tiempo y no nos dio tregua en todo el día. Entre limpiezas a chorro, paisajes sin chispa y un pueblo llamado La Fouillade, descubrí que hasta los días grises pueden tener su encanto.
Entre arcos de piedra y cuevas misteriosas, saltos, olisqueos y aventuras: un día de exploración que parece sacado de un cuento.
Hoy empezamos el día “tempranísimo” a las once, vimos un lago que no se dejaba pasear, una Venecia sin agua, un cañón de postal y acabamos huyendo de un evento misterioso hasta un claro secreto.
Hoy me tocó ser perrogrino de montaña: vallas que saltar, humanos lentos que adelantar y un camino donde los coches rugían a noventa mientras yo olía cada matojo como si fuera sagrado.
Pensábamos parar un ratito en Conques y acabamos exprimiendo seis euros de aparcamiento como si incluyeran hotel con spa. Luego empezó la caza del dormimóvil perfecto… casi de noche, claro.