Tito Joan necesita a Papi Edu en Barcelona… y a mí me toca quedarme en Edimburgo con un humano nuevo llamado Fabi. No es mi familia, pero al menos tiene sofá y cara de buena gente
Descubrimos el Highland Folk Museum y acabamos el día durmiendo entre los pinos junto al Loch Garten. Un lugar tranquilo, aunque el lago escondía un cartel que nos quitó las ganas de chapuzón...
Nos alejamos de Edimburgo cruzando el Queensferry Crossing, subimos por las Highlands entre valles, presas y lagos, dimos muchas vueltas por culpa de la cobertura móvil y acabamos durmiendo junto a una presa.
Paseamos por una Edimburgo preciosa pero abarrotada de turistas y coches. Descubrimos callejones mágicos, lluvia cada cinco minutos… y un McMenú observado por un perro con hambre.
Nevera vacía, tráfico eterno y un pueblo más gris que bonito… pero acabamos el día jugando en un parque enorme con césped de lujo. ¡Y la barriga llena!
Nos quedamos otro día en la costa frente a Cramond. Jugué con la pelota, me metí hasta el lomo en el agua y conocimos a una pareja siciliana que solo hablaba con las manos. ¡Todo bien!
Hoy despedimos a Tito Joan, hicimos un simpa del parking del aeropuerto y terminamos el día caminando sobre el mar hacia la isla de Cramond. Ah, y también me mojé las patas.
Quise cruzar el río para seguir a Papi Edu, pero casi me lleva la corriente. Visitamos la catarata Steall, el viaducto de Glenfinnan y preparamos la despedida de Tito Joan.
Exploramos el Lost Valley, casi llegamos al final, pero dimos la vuelta justo antes de quedarnos sin patas. Intenté cruzar un río a mi aire, pero acabé en brazos de una señora. ¡Qué día de aventuras en Glencoe!
Del castillo con coches antiguos al coliseo sin romanos, pasando por hamburguesas bajo la lluvia, fans indios con canal de YouTube y miches con hambre. Hoy Escocia nos ha dado de todo… menos sol.
De rodillas para pagar el parking, caballos de acero brillando al sol y un camarero que me ofreció agua nada más verme... ¡y eso que el castillo no dejaba entrar perros!
Un día sin castillos ni piedras mágicas, pero con barro, lavadoras, ruidos raros… ¡y una sorpresa en el aeropuerto que me hizo saltar de alegría con las patas al aire!