Hoy, ¡qué día más perrunamente aburrido! ¡Parecía un maratón sobre ruedas! Hemos cruzado tierras y más tierras hasta casi tocar Valencia. Pero, ¡sorpresa, sorpresa! ¡Nos topamos con un lugar tan chuli que su nombre no se queda atrás en chulería!
Partimos no muy tempranito desde el estacionamiento junto al pantano y emprendimos la marcha. Pero, amigos, Castilla-La Mancha no nos dejó boquiabiertos con su paisaje llano, carreteras rectilíneas y nulo tráfico.
Solo hicimos una parada en un merendero junto a una ermita, donde mi papi desafió al viento con una ducha improvisada. ¡Y para llenar nuestro depósito... qué desastre con el agua! El grifo parecía más un susurro que un chorro. Así que, manos a la obra, buscamos otro merendero y llenamos el depósito con la ayuda de nuestros bidones.
Aunque ya teníamos un lugar para pasar la noche, ¡qué va! ¡Mi papi decidió que podíamos exprimir un poquito más la aventura! Y esos "poquitos" kilómetros extra se convirtieron en una odisea. ¡Curvas y más curvas! Pero al menos el paisaje se puso más interesante. ¡
Y aquí estamos, en Chulilla! Un sitio en lo alto de la montaña donde los campers y autocaravanas hacen piña en medio del campo. Cuanto más arriba subes, ¡más loca se vuelve el camino! Así que, ¿dónde crees que hemos plantado nuestra casa rodante? ¡Arriba de todo, claro está! Y lo mejor de todo, la gente aquí es tan silenciosa que parece que estemos en un spa de relax para canes. ¡Woof!
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