Hoy ha sido como un retiro espiritual, pero sin los rezos ni la meditación. No, en lugar de eso nos hemos plantado en esta playa de piedras, ¡y os juro que el mar estaba más tranquilo que un caracol en una siesta de domingo!
Papi Edu, el temerario acuático de la familia, ha protagonizado un festival de baños. No sé qué le pasa, ¡pero el agua lo llama más que la nevera de casa en pleno verano! Yo también me vi arrastrado a nadar un par de veces, pero no os creáis que fue voluntario. A mí me gusta mantener las patas en tierra firme, ¡pero parece que no el agua ni mi papi están de acuerdo!
Tito Joan en cambio decidió que es un gato encerrado en el cuerpo de un humano y prefería quedarse en la toalla. No se atrevía a dar el paso y enfrentarse al agua. ¡Miedoso!.
Ah, pero lo mejor de todo es que en el sotano de la cámper, ¡hicimos un descubrimiento emocionante! Resulta que no había perdido todas mis pelotas. ¡Había una escondida en un rincón secreto! Así que, ¿qué hicimos? ¡Sacamos la pelota y jugamos como si no hubiera un mañana! Un partido de pelota que ha levantado arena y risas a partes iguales.
Ahora mismo estamos bajo la sombra de un árbol, como auténticos maestros de la relajación. El sonido de las olas es como una sinfonía relajante de la naturaleza, y la noche se acerca con la promesa de ser tan tranquila como un gato después de un festín de ratones.
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