Día 86: Downpatrick 🇬🇧 - 🇮🇪 Annagassan

San Patricio, esculturas raras, duchas calientes y... ¡nuevo país!

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Después del descanso de ayer, hoy salimos un poco antes... aunque, tampoco para ganar una medalla olímpica. Otro paseíto por el bosque, un desayuno relajado, y sobre las once, ¡carretera!

Primera parada: Downpatrick, la cuna de San Patricio. Aparcamos al lado de un museo de trenes antiguos (gratis, por cierto), y desde allí fuimos andando a la catedral de Downpatrick. ¿Y sabéis qué? ¡Me dejaron entrar! La señora de la entrada dijo que los perritos educados eran bienvenidos. Así que entré con la frente alta y la cola en alto.

La catedral no es muy grande ni ostentosa, pero es bonita, con sus vidrieras coloridas y ese aire de “aquí ha pasado algo importante”. Lo más importante: allí está enterrado San Patricio, el patrón de Irlanda. Bueno, al lado, en el cementerio. Nada de cripta elegante ni tumba de mármol, no. Su tumba es sencilla, en un cementerio normal y corriente, pero con una losa gigante de piedra natural. Según nos contó un voluntario, doce personas tardaron catorce días en cortarla. ¡Y yo que me canso sólo de subir al asiento delantero!

San Patricio, por cierto, no era irlandés. Nació en Britania, fue secuestrado por piratas y llevado a Irlanda como esclavo. Luego escapó, se hizo cura, y volvió para predicar el cristianismo por toda la isla. Convirtió a miles, echó serpientes (literal o no, eso está discutido) y acabó siendo santo. Vamos, que se lo curró.

Después de visitar la tumba, dimos una vuelta y encontramos un conjunto de esculturas muy curioso: un perro de bronce con cara de “yo no he roto nada”, y varios humanos con expresión de “¡ah, caramba!”. No sé muy bien qué representaban, pero a mí me gustó el perro. Tenía pinta de jefe.

Siguiente parada: la Iglesia de Saul, una recomendación de otra voluntaria simpática. Está en medio del campo, es muy pequeña y sencilla, pero se dice que allí fue donde San Patricio predicó por primera vez… ¡y también donde murió! Casi nada. Yo marqué un par de esquinas, por si acaso hay más historia por escribir.

De allí bajamos hacia la costa y pasamos por Newcastle, que supuestamente es bonito, pero nosotros lo vimos lleno de turistas y con poca pinta de “bajad del coche”. Así que seguimos. Intentamos continuar por la costa, pero nos topamos con una carretera cortada. Toca desvío, bucle inesperado, y ruta alternativa pasando por un parque natural de esos con nombre largo: Area of Outstanding Natural Beauty. ¿El paisaje? Muy bien. ¿El nombre? Un poco pretencioso.

Después, Newry, una ciudad más grande de lo que esperábamos. A pesar de estar en Irlanda del Norte (Reino Unido), vimos muchas banderas irlandesas. La geografía dice una cosa, el corazón de la gente parece decir otra.

Subimos al Bernish Viewpoint, un mirador con vistas espectaculares sobre el valle y la ciudad. Pensamos quedarnos a dormir allí, pero hacía viento como para despeinar hasta a una estatua. Y además… nos picaba la curiosidad de cruzar la frontera.

Así que lo hicimos: pasamos de Irlanda del Norte a Irlanda. ¿Frontera? Ninguna. Ni cartel, ni control, ni policías aburridos. Solo nos dimos cuenta porque las señales de velocidad cambiaron de millas por hora a kilómetros por hora. Importante: humanos, ajustad el pedal que si no os convertís en cohetes sin querer.

Y con eso, ¡tachán! País número 39 para mí y 70 para Papi Edu. Yo ya debería tener mi propia sección en Wikipedia, la verdad.

La diferencia fue inmediata: las autopistas irlandesas son lisas como el lomo de un gato bien cepillado. Paramos en un área de servicio moderna, con mucho aparcamiento, baños impecables, y lo mejor para Edu: ¡duchas calientes y gratis! Salió con una sonrisa de oreja a oreja y olor a champú de supermercado.

Después, 10 minutillos más de conducción, y llegamos al puerto de Annalagen, nuestro campamento por esta noche. Hay unas cinco o seis autocaravanas más, el sitio es tranquilo, y aunque huele un poco a mar rancio, te acostumbras. Yo ya ni lo noto.

Y así cerramos el día: con historia irlandesa, duchas inesperadas, y un nuevo país bajo las patas. ¿Mañana? Ya veremos. Pero hoy, dormimos en Irlanda. Y eso mola.

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