Día 72: Achriesgill - Lochinver
El salto que no vimos y la huida de los miches
¡Por fin salimos a una hora que no da vergüenza! Con el sol acompañando (por una vez sin cobrar entrada), condujimos unos treinta y cinco kilómetros por carreteras que serpentean más que mi cola cuando hay pollo cocido. Paramos un par de veces a hacer fotos porque papi Edu se emociona mucho con cualquier curva panorámica, puente llamativo o piedra que parezca algo.
Y hablando de puentes: cruzamos el Kylesku Bridge, un puente muy elegante, todo estilizado, como si le hubieran dicho que iba a salir en la portada de Puentes del Año. Es de los que no necesitan presumir, porque ya con esa forma curva y su color gris claro parece que flota entre colinas y fiordos. Desde el aparcamiento se ofrecen excursiones en barco para ver la catarata más alta del Reino Unido. Tiene un nombre facilito: Eas a’ Chual Aluinn. Así, sin anestesia. “Dogs most welcome”, decían los carteles… pero a veinticinco libras por hocico, vamos a ver si me dejan al timón o qué. No, gracias. Ya nos acercaremos andando.
Nos fuimos hacia el sur para buscar un sitio donde comer algo. Encontramos un aparcamiento grande, sin sombra (gracias, Escocia), y ahí cayó el almuerzo. Luego hicimos una maniobra ninja y volvimos una milla al norte para empezar la gran aventura: la ruta a pie hasta la catarata más alta del Reino Unido. Digo “gran” porque… madre mía. Si esto es un sendero, yo soy pastor alemán.
La caminata fueron unos once kilómetros entre ida y vuelta, subiendo casi seiscientos metros de desnivel en total. El barro nos saludó desde el primer metro. El camino, además de muchas piedras, tiene trampas de humedad. Por suerte no había ovejas, así que no tuve que poner cara de “yo no soy un perro pastor, solo tengo pinta”. El riesgo de resbalar era moderado, excepto al final, donde empieza el verdadero festival: hierba mojada inclinada, viento traicionero y un acantilado que invita a la gravedad a hacer de las suyas.
¿Y la catarata? Bueno… sí, es la más alta del país, con casi doscientos metros de caída. Pero eso no quiere decir que sea espectacular. Desde arriba apenas se ve el salto completo. Solo ves cómo un riachuelo desaparece por el borde como si hubiera cometido un error de GPS. Papi Edu llevaba bañador y toalla, listo para un momentazo “Ducha Salvaje”, pero nada de eso. El pozo estaba allá abajo, oculto y fuera de alcance. Frustración nivel: me escondo el pato de goma por despecho.
Tras el descenso de vuelta, sudados y medio desilusionados, papi Edu decidió que aún quedaba un último premio del día: un chapuzón en el Loch na Gainmhich, ya cerca del aparcamiento donde habíamos dejado el coche. Yo me limité a mirar con expresión crítica desde la orilla. Se quitó la ropa (tranquilos, no había testigos) y se tiró al agua como si fuera un anuncio de champú. Lo que no salía en el anuncio eran los miches. Salieron en manada. En enjambre. En escuadrón. Nos rodearon a los dos como si fuéramos un bufé libre.
Edu nos roció con la loción anti-miches, que huele a putilla barata y como siempre funciona regular. No pican, pero se quedan encima de la cabeza como sombrero orgánico. Nunca le vi vestirse tan rápido. Parecía que jugaba una final olímpica de “ponte los pantalones antes de que te piquen en el culo”.
Luego tocaba ruta panorámica por la península de Assynt donde están los pueblos de Nedd, Drumbeg y Stoer. Esta parte de la NC-500 es de las que se hace a paso de caracol, con carreteras de un solo carril y "passing places" cada poco. ¿Y eso qué es? Pues son apartaderos donde tú te echas a un lado para dejar pasar a los que vienen de frente. Como un duelo del oeste, pero en versión escocesa y con más ovejas que pistoleros.
Buscamos sitio para dormir, pero era imposible. Todos los rincones bonitos estaban infestados de miches. Vimos uno con buena pinta, pero con una pendiente que parecía una pista de esquí. No queríamos despertarnos con el coche en el lago.
Al final acabamos en el pueblo Lochinver, en un aparcamiento sin pretensiones, en pleno puerto. Nada oficial, pero nos quedamos allí con un par de autocaravanas más. No hay paisaje salvaje, pero tiene su encanto dormir con vistas al estuario y al olor a pescado. Hoy fue un día largo, de esos que dejan patas cansadas y recuerdos mezclados. Pero bueno, uno no ve todos los días la catarata más alta del Reino Unido… aunque solo sea desde arriba y con barro hasta las orejas.
Añadir nuevo comentario