¡Hoy ha sido un día de esos que empiezan con misterio! Salimos temprano del aparcamiento del Ochsenhütte sin saber si habíamos dormido legalmente o si éramos unos rebeldes sin causa. Anoche vimos muchas señales de prohibición en Nova Levante (Welschnofen) y Carezza (Karersee), pero aquí… nada claro. Como nadie nos echó, asumimos que todo estaba en orden. ¡Así me gusta, sin dramas!
Empezamos la bajada de los Alpes y madre mía, qué de curvas. Yo iba bien concentrado, asegurándome de que papi no se salía del camino (aunque él dice que conduce bien sin mi ayuda, pero mejor prevenir). Después de hora y media y 70 km de vaivenes, hicimos una parada en Ora (Auer), un sitio donde la gente habla dos idiomas. No importa en qué idioma me hablen, si dicen “¿quieres una chuche?” yo siempre entiendo.
El día estaba estupendo, sin nieve ni frío, así que hicimos una ruta de 6 km. ¡Qué vistas! ¡Qué olores! ¡Qué ganas de perseguir cosas que no debo! Pero, por alguna razón, papi siempre me frena justo antes de que empiece la diversión.
Volvimos al coche y, de repente, estábamos en la autovía con peajes y coches corriendo a toda pastilla. Pasamos por Trento sin detenernos (papi hoy tenía prisa, no sé para qué, pero prisa tenía).
Después de mucho coche, pasamos al sur del lago de Garda y encontramos EL LUGAR PERFECTO en Rezzato, cerca de Brescia. Un aparcamiento chiquitito junto a una carretera tranquila, con unas vistas que daban ganas de quedarse a vivir allí. Y lo mejor: ¡llegamos antes de la hora de comer! Tarde libre, siestas, exploración y tranquilidad. ¡Así sí se viaja!
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