Día 271

Audio file

Anoche dormimos en un camping abandonado que, para ser sinceros, daba un poquito de "uhhhhh". Vamos, que yo ya estaba afilando los colmillos por si aparecía un zombi o un fantasma. Pero nada, ni un susto. Una noche más tranquila que una siesta después de comer.

Por suerte, ayer nos dio tiempo a disfrutar del sol (o lo poco que había) antes de que esta mañana nos atacara el dúo dinámico: niebla y frío. Y cuando digo frío, me refiero a ese que te hace soñar con mantas y chocolate caliente... o al menos con un jersey de lana. Así que, sin más remedio, nos subimos al coche y bajamos por una carretera con más curvas que una serpiente haciendo yoga, hasta llegar al pueblo de Naousa. Desde allí, nos dirigimos hacia carreteras principales y aterrizamos en Edessa, una ciudad conocida por sus cataratas.

¡Y vaya cataratas! El agua cayendo era como un concierto de aplausos de la naturaleza. Las vimos desde arriba y también desde abajo, porque claro, hay que cubrir todos los ángulos para ser un buen perro explorador. Edessa solía ser una especie de Gran Vía en la antigüedad, con las cataratas como su selfie point. También hay molinos de agua por la zona, pero están tan camuflados como yo cuando me escondo debajo de la manta. Muchos se han convertido en restaurantes, aunque ahora estaban cerrados. Parece que las cataratas y yo somos los únicos que no hacemos vacaciones.

Luego nos fuimos al puente Kioupri, que está como a un kilómetro de las cataratas. Sinceramente, el puente en sí no me hizo ladrar de emoción, pero el árbol que tiene al lado... ¡ese sí que se lleva el premio! Es un castaño centenario con casi 390 años y un tronco hueco perfecto para esconderse. Si los zombis del camping deciden mudarse, ya tengo mi refugio.

Despés de nuestra excursión, volvimos al coche y, en unos tres cuartos de hora, llegamos al lago Vegoritida, cerca del pueblo de Pereya. Ahora estamos en un campo de césped con vistas al lago. Y cuando digo vistas, me refiero a un espejo gigante donde podría practicar mis mejores poses. Un poco más abajo hay otro camping abandonado o zona de picnic (me pregunto si hay un club de campings fantasma por aquí), pero nos quedamos donde estábamos, más protegidos del mal tiempo.

¡Ah, y no estamos solos! Hay una autocaravana gigante que parece finlandesa. El dueño nos saludó al llegar, pero con este frío, nadie se atreve a salir. Más tarde quizás me anime a investigar si tiene un perro, un gato o un bocadillo. Ya sabéis, la curiosidad no mató al perro, pero sí le dio muchas historias que contar. Por ahora, me quedo aquí, viendo el lago y esperando que el tiempo se ponga de mi lado.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
3 + 14 =
Resuelva este simple problema matemático y escriba la solución; por ejemplo: Para 1+3, escriba 4.