Lazdona - Sudala Ezers

¡Hoy salimos tardísimo! Eran las doce y aún seguíamos en el sitio donde dormimos. Pero claro, es que mi papi necesitaba su ración de nadar por la mañana. Si no, el día no arranca como toca. Luego hicimos una mini parada en un supermercado y después pusimos rumbo al Palacio de Cesvaine.

Este palacio parece sacado de un cuento de hadas, con torres puntiagudas y una mezcla de estilos que le dan un aire muy especial. Fue construido a finales del siglo XIX y es uno de los ejemplos más importantes del historicismo en Letonia. Yo no pude entrar, pero Tito Joan y Papi Edu se pasearon por dentro mientras yo me quedaba en la camper soñando con ardillas. Dicen que por dentro es casi tan bonito como por fuera.

Después de la visita, comimos allí mismo, en el aparcamiento del palacio. Y claro, cuando al final nos fuimos... ¡ya eran las cuatro!

Solo hicimos unos cuatro kilómetros y ya paramos otra vez. Esta vez fue en el cementerio de Kinderu kapi. Es un sitio muy tranquilo, rodeado de árboles, con lápidas antiguas cubiertas de musgo. Mi papi quería verlo porque es uno de esos cementerios donde se respira historia, de esos que te hacen pensar y pasear en silencio.

Desde allí seguimos hasta Gulbene, donde vimos por fuera el Palacio de Gulbene (Gulbenes Baltā pils). Está en obras, así que no se puede entrar, pero por fuera ya se ve que le vendría bien una reforma completa. Tiene pinta de haber sido muy elegante en su época dorada. Detrás hay un parque muy majo, y dimos un paseíto rápido entre árboles altos y caminos tranquilos.

Pasamos por la ciudad de Gulbene y tenía muy buena pinta. A ver si otro día volvemos con más tiempo, porque hoy mi papi tenía claro que necesitaba su dosis de “ordenaturación”.

Así que condujimos unos 20 minutos más y llegamos al lago Sudala ezers. ¡Y ahí sí que sí! Aparcamos junto al agua y papi se tiró directo al chapuzón. Yo me quedé vigilando todo, por si acaso, aunque entre nosotros… también me habría tirado al agua si no estuviera tan fría.