Hoy el día empezó... gris. No llovía, pero había niebla. Una niebla espesa como una manta húmeda, de esas que te hacen fruncir el morro porque no ves más allá de tus propias patas. Aun así, arrancamos la cámper y tiramos hacia el norte, con el fiordo Porsangen acompañándonos casi todo el camino… aunque la verdad es que no lo vimos mucho. La niebla lo tapaba como si quisiera guardar el paisaje para otro día.
Después de unas cuantas horas de curvas y túneles, llegamos al famoso Cabo Norte, ese sitio que sale en todas las guías como el punto más al norte de Europa. Pero, atención: ¡en realidad no lo es! El verdadero punto más norte está un poquito más allá, en una península más salvaje que solo se puede recorrer andando. Además, Cabo Norte ni siquiera está en el continente, sino en una isla llamada Magerøya. ¿Y cómo llegamos en coche? Pues gracias a unos túneles larguísimos bajo el mar, que nos llevaron hasta aquí como si nada. Un poco de magia noruega bajo tierra.
Cuando llegamos, aparcamos y fuimos hasta la entrada del recinto. Pero... sorpresa: ¡no se veía absolutamente nada! La niebla era tan densa que parecía que alguien había borrado el mundo. Ni la famosa bola del monumento, ni el mar, ni el acantilado. Solo blanco por todas partes. Decidimos dejar la visita para mañana, a ver si los dioses del tiempo se despiertan de buen humor.
Aquí hay muchísima gente. Decenas, quizás cientos de autocaravanas alineadas como sardinas enlatadas. A mí me agobia un poco tanto tráfico humano. Así que buscamos un sitio más tranquilo, unos diez kilómetros más hacia el sur. Está bastante cerca de la carretera, pero los últimos 100 o 200 metros son de terreno difícil, solo para 4x4. Gracias a eso, aquí no hay nadie. Bueno, casi nadie: solo un joven danés con una moto y una tienda de campaña. ¡Qué valiente!
Por la tarde, papi lo invitó a tomar té en la cámper. Estuvieron charlando un buen rato mientras yo les vigilaba desde mi rincón con una oreja levantada y la otra a medio caer. Hablaron de viajes, de motos, de fiordos, de soledad, de libertad… Yo no entendí todo, pero el ambiente era tranquilo y cálido.
Nos quedamos a dormir aquí, con la niebla envolviéndolo todo y el sonido lejano del mar como nana.
A ver qué nos enseña el norte mañana.
Que nublado