Día 101

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⛴️ Ferry de Hirtshals 🇩🇰 a Kristiansand 🇳🇴
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Hoy empezó muy tranquilo… ¡demasiado! Nos despertamos donde habíamos dormido rodeados de caballos y praderas verdes, sin prisa, disfrutando del silencio. Casi a las 11 papi Edu arrancó el coche y empezó la aventura.

Una hora después entramos en Løkken Strand, ¡con el coche! No, no por un camino, ¡por la mismísima playa! Allí está permitido circular y aparcar directamente en la arena. Pensábamos que sería solo para todoterrenos como el nuestro, pero ¡había hasta autocaravanas gigantes! Y la arena... durísima, parecía hormigón. Condujimos más de 6 km por la orilla hacia el sur, el mar a un lado, dunas al otro… ¡yo con la nariz pegada a la ventana! Cuando llegamos al punto más lejano, tocó lo mejor: sesión de fotos, vídeos ¡y jugar con mi pelota favorita en la playa! Corre que te corre, salpicando agua por todos lados.

Después volvimos hasta el aparcamiento oficial en la playa y seguimos andando hacia el norte. Vimos casitas blancas de playa, barcos pesqueros enormes y barcos de guardacostas, todos directamente sobre la arena. Y más búnkers, esta vez en el Furreby Coastal Battery (Furreby Kystbatteri). Me parecieron incluso más chulos que los de ayer en Vigsø: más grandes, más altos, más escondites. ¡Pero también había más gente! Claro, hacía mucho mejor tiempo y el sol me calentaba el lomo.

Después del paseo nos pusimos en marcha en coche. Paramos en medio del campo para comer y descansar en la cámper. Luego pasamos por Hjørring, donde papi hizo compras en Lidl y llenó el depósito. Y seguimos ruta hasta Hirtshals, donde llegamos al puerto a las 18:30. ¡Nos vamos a Noruega! Tuvimos que esperar hora y media antes de subir al ferry. Papi habló con un danés que ahora vive en Noruega… yo mientras tanto me eché una buena siesta.

Subimos al barco a las 20:00. Yo me quedé en la cámper, dentro del garaje del ferry. Papi Edu subió a la cubierta, aunque sin camarote le tocó pasear y explorar para matar el tiempo. Dice que el barco era muy grande y estaba bien. La travesía duró casi 4 horas (son unos 140 km por mar) y llegamos a Kristiansand justo a medianoche.

Y aquí viene lo mejor: ¡nadie pidió ver mi pasaporte ni el sello de la pastilla antiparasitaria que nos costó casi 67 eurazos en Dinamarca! Papi se quedó con una cara de “¿en serio?”. ¡Menuda rabia le dio!

Condujimos 15 km más hasta un aparcamiento al norte de la ciudad. Está oscuro, no sabemos cómo es el sitio, ¡pero mañana lo descubriremos!

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