Día 201

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Esta mañana, el término "prisa" no estaba en nuestro diccionario. Salí de la cámper como un auténtico jefe, solo para descubrir que los vecinos ya habían hecho el 'Houdini' y habían desaparecido. Parece que para nosotros el tiempo es como una pelota de tenis, la golpeas, pero nunca sabes dónde va a terminar. Luego de desayunar tranquilamente y, por supuesto, realizar la ronda de inspección olfativa del área (una tradición indispensable), empacamos nuestras cosas y nos dirigimos hacia la antigua ciudad de Mistria. Y para los que se preguntan qué demonios es Mistria, os cuento. Es un sitio arqueológico en Grecia que rezuma historia antigua por los cuatro costados. Ruinas y estructuras que datan de tiempos remotos.

Aparcamos prácticamente en la entrada del sitio arqueológico, y, como siempre, ese maldito cartelito de "Prohibido perros" nos miraba con desprecio. Y aquí va el truco del día: mi papi simplemente pagó la entrada y voilà, él estaba dentro.

Mientras él se sumergía en las maravillas de Mistria, yo me quedé en la cámper, en mi zona de confort, vigilando el campamento, por así decirlo. Al fin y al cabo había que asegurarse de que nadie intentara robar nuestros juguetes. Mi papi pasó horas allí dentro, subiendo y bajando escaleras como si estuviera buscando el hueso más grande del mundo. Según él, valió la pena, excepto por un castillo que estaba en la cima y no cumplía con su expectativa de calidad-precio. ¡Un castillo caro! ¿Quién lo hubiera imaginado? En otras palabras, subir tanto para ver lo poco que queda de un castillo es como perseguir una pelota y darse cuenta de que no era una pelota. ¡Difícil de entender!

Después de explorar el sitio arqueológico, o mejor dicho, el "parque temático de ruinas", nos subimos al coche y pusimos rumbo a Kalamata. La carretera era un auténtico desafío, con curvas tan cerradas que hasta yo me mareé. Pero bueno, al menos disfrutamos de las vistas.

Un poco al oeste de Kalamata encontramos un lugar para pasar la noche en la playa. ¡Playa, arena y el sonido del mar! ¿Qué más se puede pedir? A pesar del viento elegimos un sitio estratégico donde no nos molestara. ¡Y mirad, no estamos solos! Hay otras ruedas viajeras aquí, como nosotros. Parece que este lugar también es un hot-spot para las casas rodantes.

Y para aquellos que se preguntan cómo va mi recuperación, les cuento que todo va sobre ruedas. Cuando vi esa arena no pude resistir la tentación de correr y excavar como si estuviera buscando un tesoro canino. Aunque todavía no tengo la agilidad de antes, estoy trabajando en ello. Y respecto a esos hilos azules que tengo cosidos en mi cuerpo, no os preocupéis, mi papi promete que me los quitará en un abrir y cerrar de ojos.

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