Tithorea - Agios Nikolaos

Anoche decidimos hacer una escapadita a la ermita, y créame, fue un planazo. El lugar era más tranquilo que un caracol huyendo de un gato en pijama. Y hablando de huidas, tuvimos un encuentro inusual con un cura que estaba haciendo footing, o al menos eso pensamos. Resulta que en realidad estaba escapando de la lluvia y le pilló a tito Joan en una situación comprometida detrás de la ermita. ¡Menudo día!

Luego nos lanzamos al coche y después de una odisea de más o menos una hora llegamos al monasterio de Osios Loukas. Como es costumbre, los perritos, o sea, yo, no podemos entrar en estos lugares sagrados, así que me quedé en la cámper mientras tito Joan y papi Edu fueron a explorar el monasterio. Dicen que es más bonito que un perro en patines, pero yo me conformé con una siestecita en la comodidad de la cámper.

El paisaje alrededor del monasterio era alucinante, pero lamentablemente se veía más quemado que las tostadas que dejé olvidadas en la cocina. Parece que el monasterio se libró de milagro de las llamas. Después de la visita nos dirigimos a un lugar cercano para almorzar en la cámper, rodeados de olivos y vegetación chamuscada. Aunque el paisaje estaba un poco deprimido, la comida nos animó el espíritu.

Después dl descanso montamos en el coche y nos lanzamos a la costa en busca de mejor tiempo, porque en la montaña hacía un frío que pelaba, y parecía que la lluvia era la única que se sentía bien allí. Tras una hora de zigzagueante conducción por carreteras con más curvas que una serpentina de Carnaval, llegamos a una cala espectacular cerca del pueblo Agios Nikolaos. Este lugar es el paraíso de los cámperistas, y hay cuatro cámperes más aquí. Pero con nuestro todoterreno conseguimos llegar a una playíta donde nadie más puede colarse. ¡Y aquí estamos, disfrutando de la vista, de una puesta de sol que parece que está en esteroides y de la tranquilidad que es más rara que un perro con gafas de sol. Seguro que os gustaría estar aquí con nosotros.