Nos estamos acercando a Thessaloniki y hoy hemos tenido un reencuentro genial con nuestros amigos alemanes.
La primera noche en Grecia fue un auténtico espectáculo, ¡y eso que esperábamos una tranquila velada bajo las estrellas! Resultó que en el aparcamiento donde pasamos la noche había unos jóvenes en motos que decidieron dar un concierto de ruido hasta altas horas de la madrugada. ¿Quién necesita un reloj despertador cuando tienes a estos "músicos" nocturnos?
Después de una noche de "rock and roll", continuamos nuestra épica odisea en dirección a Thessaloniki, pero como siempre, nuestro GPS tiene una vena cómica y nos hizo tomar un desvío importante. Y, ¡sorpresa de nuevo! Al final pudimos coincidir con nuestros amigos alemanes, Ingo y Elke, a quienes conocimos en Georgia. Ha habido momentos en los que casi nos encontramos, como cuando estábamos en Batumi y en el Lago Salda, ¡pero finalmente logramos unirnos en esta fiesta sobre ruedas!
Ellos estaban en un sitio espectacular, cerca de la playa, a solo una hora y media de distancia. ¡Qué estilazo es encontrarnos así, de repente! La alegría de reunirnos no tenía fin, y para demostrarlo ¡nos lanzamos todos al mar! ¡Incluso yo, el perro que odia mojarse, me convertí en un delfín por un rato! Después de disfrutar de este chapuzón mi papi Edu se puso el delantal y se convirtió en el chef del día. Mientras comía, charlaba animadamente con Ingo y Elke, y hasta compartieron café con las sobras de las delicias turcas que todos habíamos acumulado. ¡Hablando de un viaje gastronómico!
Después de presumir nuestros "palacios rodantes" mutuamente, decidimos continuar nuestro camino. Recorrimos kilómetros y kilómetros, pero las carreteras griegas, entre ellas algunos peajes, que no arruinan nuestros ahorros, son realmente suaves. Finalmente llegamos a nuestro destino nocturno, que aún no es Thessaloniki. Pero nos encontramos en un lugar con vistas al mar que quita el aliento.
Sin embargo, antes de que pudiera desplegar el campamento, ocurrió algo que nos dejó clavados en la arena - literalmente). Nuestra cámper decidió enterrarse en la playa como si fuera un tesoro escondido. Pero mi papi Edu, el héroe de la situación, sacó el cabrestante y con el cable atado a un viejo olivo tiró y tiró hasta que la cámper finalmente decidió desenterrarse. ¡Fue todo un espectáculo! Ahora estamos en tierra firme, con vistas al mar y seguramente mañana podré jugar en la playa, ¡si no intento convertirme en un perro submarino otra vez!
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