Entre murallas, terrazas francesas y lagos con carteles de “no toques nada”, hoy ha sido un viernes de exploradores. Y sí, el león de Belfort no me ladró. Cobarde.
🇫🇷 Francia
Hoy la aventura empezó antes de arrancar bien el motor: ramas a la cara, barro hasta las ruedas y un camino tan estrecho que casi salimos en versión exprimida. Pero el destino final: paz, campo y ninguna señal de humanos. Planazo.
Vi glaciares sin frío, me mojé las patas en un lago y sobreviví a una granizada con sonido de guerra. Por suerte, terminamos el día en un mirador de cuento, sin humanos a la vista.
Hoy nos levantamos con sol, pasamos por pueblos con y sin encanto, subimos por un sendero histórico, y acabamos en un rincón escondido con vistas de postal.
Subimos el Charmant Som como dos cabras con prisa. Casi no llegamos antes del anochecer, pero hicimos cumbre, selfies y bajamos corriendo. ¡Día épico en la Chartreuse!
Visitamos el palacio más surrealista de Francia, hecho por un cartero con mucha imaginación y cero prisa. Acabamos empapados en un cementerio y refugiados junto a una iglesia en mitad de nada.
Casi huimos de la lluvia, casi hacemos senderismo, casi nos volamos en un lago y casi dormimos donde no se puede. Pero oye, lo importante es que casi todo salió bien.
Hoy cruzamos media Francia, intentamos una excursión frustrada por la lluvia, vimos el famoso viaducto de Millau desde arriba y dormimos al lado de un menhir y un Cristo, como buenos galos devotos.
Buscábamos playa y acabamos excavando hoyos, esquivando barreras y buscando agua a ritmo de caracol. Dormimos donde las viñas han cambiado de look desde la última vez.
Hoy empieza un nuevo viaje. Hemos dejado Berga, a la yaya y a tito Joan (que se ha quedado cortando pelos), y ya hemos pasado la frontera como dos auténticos contrabandistas. ¡Vuelvo a ser perro viajero!
Montañas, curvas y un final inesperado en Molló. Así fue nuestra aventura desde Francia hasta España, con fotos épicas y un descanso junto al punto verde. ¡Una historia que huele a viaje (y más cosas)!
Una lavandería salvó a mi papi de la catástrofe textil, una playa perruna me hizo el día y terminamos en un rincón tranquilo cerca de Béziers. ¡Qué jornada de aventuras y ladridos!