Creíamos que solo íbamos a comer junto a un lago… y acabamos escuchando la vida entera de un desconocido antes de perdernos en un bosque perfecto para dormir sobre ruedas.
🇫🇷 Francia – Global Tracking 2025
🇫🇷 Vive la France!
Oradour-sur-Glane nos deja sin palabras y sin paseo. Yo, el único perro del mundo vetado por la historia, espero fuera mientras papi visita las ruinas. Al final del día, la calma vuelve entre árboles y tornillos.
Entre un castillo caído del cielo, una pizza que sale de una máquina y un rincón secreto junto a un arroyo, celebramos mil noches sobre ruedas… y aún no hemos aprendido a quedarnos quietos.
Creía que íbamos a pasar el día entre hierba y siestas, pero papi Edu arrancó el motor y acabamos explorando castillos, ríos y pueblos de cuento antes de dormir junto al lago Rouffiac.
Un lago bonito, pero con cartel de “perros prohibidos”. Compras XXL, siesta épica y final feliz junto al río Vienne, con toda la pradera solo para mis patas.
Un lago inmenso, una playa de arena sin bañistas y un ejército de bellotas kamikaze bombardeando nuestra cámper. Al final, victoria perruna y descanso sin explosiones.
Hoy conquisté una playa escondida, jugué hasta enterrar la pelota tres veces, sobreviví a una carretera con más curvas que una serpiente y acabé vigilando un lago secreto solo para mí.
Creía que nos quedaríamos en nuestro paraíso secreto, pero papi Edu me llevó de colinas aburridas a puentes medievales y acabamos en un lago misterioso bajo la noche.
Subimos al Puy Mary por un sendero empinado, vimos el sol esconderse tras las colinas y bajamos casi a oscuras. Todo después de cataratas sorpresa, presas gigantes y carreteras de montaña.
Creí que la carretera cortada era solo para coches… así que me tumbé en medio como si fuera mi terraza privada. Entre curvas repetidas, pueblos de postal y una garganta sin humanos, hasta yo perdí la cuenta de los paisajes.
Creía que el despertador era una amenaza nuclear, pero resultó que papi solo quería madrugar… a las once. Entre compras sin mí y un río secreto, acabamos en un paraíso de siesta y pradera.
Pensábamos parar un ratito en Conques y acabamos exprimiendo seis euros de aparcamiento como si incluyeran hotel con spa. Luego empezó la caza del dormimóvil perfecto… casi de noche, claro.