Corrige la puntuación de esta historia, escribe los números en texto (también en fechas y número de día) y escribe las horas de forma natural. No cambies nada más y deja una coma después del día de la semana en el título: . Día 9:. Arriate - más allá de Serrato. Hoy ha sido otro día supervariado. La mañana un poco regulera, la tarde brutal, y la noche… bueno, ya veréis. La mañana no me ha gustado nada. Yo, que soy de dormir hasta que el sol me dice "venga, Chuly, a levantarse", me he tenido que arrancar de la cama cuando aún estaba en modo oso dormilón. Y lo peor, es que casi todo el tiempo hemos tenido que andar por la carretera. Primero salimos de un pueblo con casitas monas, pero todas separadas como si fueran piezas de lego, y nos metimos en una carretera estrecha que no le gustaba nada a mis patitas. No pasaban muchos coches, pero tampoco sobraba mucho espacio para que pudiéramos movernos tranquilos. Luego cruzamos un túnel con un eco raro (¡wuuf-uuf-uf-f! ¿Lo oís?). Y tras esa aventura, otra carretera más grande. Justo ahí papi se deshizo de sus viejas botas, que estaban hechas un desastre, y se puso unas nuevas que dice que son más cómodas. ¡Pero claro, las viejas eran como un pedazo de roca! Ahí empezó un tramo que me moló un montón. ¡Pista por el bosque, como una franja de playa entre árboles! ¡Arena, arena! Pero claro, eso no duró mucho, porque enseguida nos tocó el peor tramo de todos estos días. En su momento, seguro que ahí había un sendero chulo, pero pusieron una carretera gigante encima y ya no quedó nada de senda. ¡Parece que caminábamos por la ronda de Capuchinos! Y no en la acera, sino por donde van los coches. ¡Qué miedo! Estuvimos casi dos horas así. Y después, la parte bonita. El sendero dejó de ser un desastre y nos llevó hasta un pueblito raro llamado Cuevas del Becerro (¿qué nombre más curioso, no?). El pueblo es raro también, porque no tiene un centro como todos los demás, ¡todos los bares y tiendas están repartidos por ahí! Comimos muy bien (sí, sí, hasta yo probé el churrasco, y estaba riquísimo) en un bar de la plaza, y luego seguimos andando. Los dos ya estábamos medio dormidos de tanto caminar, así que nos echamos una siestecita en la sombra de un olivo. Papi creo que durmió más que yo, porque, claro, alguien tiene que estar de guardia, ¿no? Yo no me fiaba. Queríamos acampar antes de llegar a Serrato, pero el terreno estaba complicado. Era todo olivares y trigales, nada de bosque. Cuando ya pensábamos que no íbamos a encontrar nada, ¡el pueblo apareció como por arte de magia! Estaba escondido detrás de una colina. Tuvimos que seguir andando hasta encontrar un sitio más o menos tranquilo entre los olivos. Y ya cuando se iba a hacer de noche, papi montó la tienda. Yo ya estaba listo para dormir, pero justo cuando me iba a meter en mi cama, vi un pusi merodeando demasiado cerca de la tienda. ¡Vaya susto! Así que hasta que me aseguré de que no iba a volver, no podía dormir tranquilo. Y a las 5 de la mañana, ahí seguía yo, vigilando.