Día 5: (TTS)
Corrige la puntuación de esta historia, escribe los números en texto (también en fechas y número de día) y escribe las horas de forma natural. No cambies nada más y deja una coma después del día de la semana en el título: . Día 5:. un bosque - Ubrique. ¡Vaya día pasado por agua, amigos! Hoy os traigo las aventuras de un día donde la lluvia fue la protagonista. Cuando saqué mi noble hocico de la tienda esta mañana, sentí cómo una niebla densa, de esas que llaman “lluvia horizontal”, me daba los buenos días. Ya sabéis, de esas que no te mojan, te empapan. **Pero no os penséis que eso nos detuvo.** La ruta de hoy ha sido preciosa, a pesar de acabar con barro hasta las orejas (literalmente). Empezamos el día caminando por un bosque de alcornoques que parecía sacado de un cuento (aunque con más charcos y menos hadas). De ahí, seguimos un par de kilómetros por carretera antes de adentrarnos de nuevo en el campo rumbo a Ubrique. El pueblo, precioso, ya se veía desde lejos, pero lo que parecía estar “a un tirito de piedra” nos costó más de una hora de caminata. Entre el barro, la lluvia y algún resbalón elegante de Edu (que disimuló como si nada), llegamos al pueblo hechos unos zorros. Él parecía un cuadro abstracto con tanto barro, y yo, bueno, digamos que los alcornoques ya no eran los únicos marrones del día. En Ubrique, encontramos un bar con terraza cubierta para refugiarnos un rato, pero, como ya es tradición, **no había comida para mi papi**. Y como soy un perro VIP, no podíamos entrar en otros bares donde seguro habría manjares. La salvación llegó en forma de un bar de copas donde la camarera tenía un perrito. ¡Al fin alguien que entiende nuestras necesidades perrunas! Papi pidió comida para llevar del bar de al lado, y ahí nos quedamos calentitos. Yo me dediqué a supervisar mientras él devoraba su festín. El hostal que encontramos está muy cerquita del centro, así que no tuvimos que caminar mucho más (gracias al cielo perruno). Nada más llegar, me acomodé en una esquinita, bien envuelto en una manta, mientras papi intentaba limpiar lo imposible: su ropa, sus botas, y creo que hasta su dignidad. Eso sí, cuando nos tumbamos para echar una siesta... ¡qué gloria, amigos! Nos quedamos dormidos tan profundamente que se nos hizo casi la hora de cenar. Ahora estamos secos, calentitos y listos para otro día de aventuras. Mañana prometo sacudirme el barro antes de entrar en algún bar. ¡Hasta entonces! 🐾💦