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Corrige la puntuación de esta historia, escribe los números en texto (también en fechas y número de día) y escribe las horas de forma natural. No cambies nada más y deja una coma después del día de la semana en el título: . Día 41:. Inverlauren - Taynuilt. Dormimos de maravilla en nuestro rinconcito en medio del campo, sin más compañía que unos pájaros madrugadores y, por supuesto, los temidos miches. Por la mañana el cielo estaba gris como un bulldog inglés, así que no teníamos mucha prisa. Desayuno, rutina, y luego al coche, rumbo a Inveraray. Nada más ponernos en marcha, todavía con legañas en los ojos (los humanos, claro, yo ya estaba listo por si caía un desayuno de segunda ronda), vimos algo que nos hizo parar en seco: unos perros pastores en plena faena, manejando un rebaño de ovejas como si fueran coches de choque en una feria, pero sin chocar. ¡Qué coordinación! Yo al principio miraba desde la ventana todo embobado… pero luego no pude resistirme: ladré. ¡Claro que ladré! ¿Cómo no iba a hacerlo? ¡Ovejas corriendo! ¡Perros currando! ¡Un caos ordenado! Papi Edu me miró con cara de “ya estamos…” mientras bajaba a grabar un vídeo. Las ovejas ni se inmutaron, los perros me ignoraron con mucha dignidad profesional, y yo ladré un par de veces más, por si acaso se les olvidaba quién manda en esta camper. Fue un momentazo. Después de hora y media de curvas y ovejas, llegamos al castillo de Inveraray. Aparcamos justo delante (en teoría cuesta cinco libras, pero nadie vino a cobrarlas). El castillo parece sacado de una peli de príncipes con peluca: torres, tejados puntiagudos, muchas ventanas... pero nada de perros. Así que nada, lo vimos solo por fuera. Encima llovía. Encima era carísimo. Y encima no me dejaron olisquear ni una almena. Eso sí, había un desfile de coches antiguos delante del castillo, todos muy brillantes y con olor a cuero viejo. A mí, que solo me interesa el olor a chuleta, me dio un poco igual, pero papi Edu y Tito Joan echaron un vistazo. Desde allí caminamos hasta el pueblo de Inveraray, que está a tiro de piedra. El plan era fish & chips, pero el único chippie del pueblo no aceptaba tarjeta, y nadie llevaba billetes (ni siquiera Tito Joan, que suele llevar billetes arrugados por todas partes). Así que... vuelta al coche. Siguiente parada: Kilchurn Castle. Este castillo está junto a un lago precioso, en ruinas y con aire muy fotogénico. Aparcamos, hicimos un paseíto hasta las ruinas bajo la lluvia (para variar) y, al volver, ¡sorpresa! Había un chippie ambulante en el aparcamiento. Hamburguesas, patatas y dos humanos felices mojándose menos porque comieron dentro de la camper. Yo también cené, claro, mi querido pienso (ya sabéis... no comments). Después de comer, apenas un par de minutos más en coche y llegamos a St. Conan’s Kirk. Esta vez solo entró Tito Joan, porque papi Edu ya la conocía y se quedó conmigo. La iglesia es como una mezcla de castillo escocés y decorado de peli de vampiros: piedra oscura, torres, vitrales, pasillos que dan ganas de aullar. Muy atmosférica, dicen. Seguimos camino hacia Oban, donde aparcamos justo al lado de la McCaig’s Tower, que no es una torre, sino un coliseo escocés sin romanos dentro. Desde fuera ya impresiona, pero dentro hay jardines y unas vistas tremendas de la ciudad y el mar. Mientras Tito Joan y yo explorábamos los arcos, se acercó una pareja de la India a hablar con papi Edu. Estaban fascinados con nuestra camper, porque ellos tienen un Toyota Hilux con tienda de techo, pero quieren una célula como la nuestra. ¡Y tienen canal de YouTube! Así que grabaron un “van tour” completo, por fuera y por dentro. Puede que dentro de poco salgamos en su canal: Chuly’s International Fame incoming. Después de despedirnos de nuestros nuevos fans, fuimos al Lidl a hacer compras. Tito Joan se encargó de las cosas buenas (dulces), papi Edu de las cosas verdes (ensaladas), y yo vigilé todo desde la ventana. Con las bolsas llenas y el estómago medio vacío, nos fuimos a buscar un sitio para dormir. Media hora más tarde lo encontramos: un claro entre bosque y lago, en plena naturaleza. Suena idílico, ¿verdad? Pues sí, salvo por los miches. Mientras papi Edu se duchaba junto a la camper, los bichitos le hicieron una fiesta con picoteo incluido. Yo me metí rápido dentro, que ya me las sé todas. Ahora estamos bien recogiditos en la camper. Afuera solo se oye el murmullo del lago y algún mosquito tramposo chocando contra la ventana. Pero aquí dentro hay paz, calor y alguna que otra patita roncando.