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Corrige la puntuación de esta historia, escribe los números en texto (también en fechas y número de día) y escribe las horas de forma natural. No cambies nada más y deja una coma después del día de la semana en el título: . Día 185:. Varnikai - Vilnius - Burbiškis. ¡Guau, amigos! Hoy ha sido un día de los que te dejan las patitas agotadas y el hocico lleno de historias que contar. Mi papi Edu decidió empezar la mañana con un chapuzón en el lago, mientras que yo, con la sabiduría que da la experiencia, me quedé en la camper con Tito Javi. Alguien tenía que proteger la casa sobre ruedas y, de paso, echarse una buena siesta matutina. Con papi ya fresquito y listo para la acción, nos subimos al coche y pusimos rumbo a Vilnius (o Vilna), la capital de Lituania. Aparcamos en un sitio gratuito cerca del casco antiguo, lo que significaba que en unos 10 o 15 minutos de paseo ya estábamos en la Puerta de la Aurora, la entrada sur de la ciudad. Lo curioso de esta puerta es que tiene un convento encima, el Convento de las Carmelitas Descalzas, y es un lugar de gran importancia religiosa. Yo, por supuesto, lo olisqueé con respeto. Desde ahí, comenzamos nuestra exploración. ¡Y qué fácil es en Vilnius! Casi todo lo interesante está alineado en una gran ruta recta. Pero antes de seguir hacia la catedral, nos encontramos con algo impresionante: ¡iglesias por todas partes! De verdad, amigos, nunca había visto tantas iglesias juntas. Había de todo: iglesias católicas e iglesias ortodoxas, grandes, pequeñas, barrocas, góticas… una tras otra, como si alguien hubiera dicho: "Aquí cabe otra iglesia" en cada esquina. Entre todas, vimos la Iglesia de Santa Ana, con su preciosa fachada de ladrillo rojo, y la Iglesia de San Casimiro, con su cúpula brillante que parecía un pastel bien decorado. Yo me preguntaba si algún día harán una iglesia para perros, con bancos acolchados y cuencos de agua bendita para beber. Siguiendo con nuestro recorrido, llegamos a la Plaza del Ayuntamiento, rodeada de edificios elegantes, y muy cerca de ahí vimos el Palacio Presidencial, donde vive el presidente de Lituania. No vi a ningún guardia que me impidiera el paso, pero decidí ser un perro educado y no entrar sin invitación. Después de tantas iglesias e historia, llegamos al corazón de la ciudad: la Catedral de Vilnius y su enorme campanario blanco, justo al lado del Palacio de los Grandes Duques de Lituania. Impresionantes los dos, aunque me sigo preguntando cuántos duques harían falta para llenar un palacio tan grande. Desde la catedral seguimos hacia el norte hasta la Colina de Gediminas, el punto más alto del casco antiguo. Mientras Tito Javi decidía esperar abajo, mi papi y yo subimos hasta el mirador. ¡Qué vistas! La ciudad entera se veía desde ahí, con sus tejados, iglesias (sí, más iglesias) y calles empedradas. Bajando de la colina, nos encontramos con algo inesperado: una estatua de tres perros de bronce. Claramente, faltaba uno para completar el equipo, así que me puse al lado y posé como si siempre hubiera estado ahí. Ahora sí que era un monumento digno de admirar. Después de tanta caminata, mis humanos se sentaron a comer en una terraza en un jardín cerca de la catedral. Yo, como buen acompañante, me tumbé bajo la mesa esperando que cayera algo rico… ¡y funcionó! Para cerrar el día, decidimos explorar un barrio muy especial: Uzupis. Dicen que es una república independiente dentro de la ciudad, con su propia constitución y un aire artístico que lo hace único. No vi ninguna frontera ni pasaporte para perros, pero sí mucho arte callejero, esculturas raras y un ambiente que me hizo sentir un perro bohemio por un rato. Finalmente, volvimos a la camper y nos dirigimos a un aparcamiento en un parque para descansar. Yo caí rendido en mi camita, soñando con más aventuras… y con una Vilnius con menos iglesias y más estatuas de perros.