Geluidsbestand
Corrige la puntuación de esta historia, escribe los números en texto (también en fechas y número de día) y escribe las horas de forma natural. No cambies nada más y deja una coma después del día de la semana en el título: . Día 121:. Berkneset - Ålesund - Midsund. Noche tranquila encima del Eiksundtunnelen, sin sobresaltos. Aunque no negaré que dormir sobre un túnel submarino de más de 7 kilómetros y casi 290 metros de profundidad me dio para unas cuantas vueltas mentales (además de las de mi culo buscando la postura perfecta). ¿Y si nos tragaba el suelo y aparecíamos en el fondo del fiordo? Pero no. Todo seco y estable. Ni un solo borboteo sospechoso. A las diez ya estábamos en marcha, bajando por ese pedazo de túnel que atraviesa la Tierra como si fuéramos lombrices motorizadas. El Eiksundtunnelen es uno de los túneles submarinos más profundos del mundo, y uno de esos sitios que papi menciona con reverencia ingenieril, como si fuera la Capilla Sixtina del asfalto. Al salir, seguimos hasta Hareid ferjekai. Allí pillamos el ferry a Sulesund: 20 minutos de viento, fiordo y gaviotas interesadas en mi bocadillo. A las doce y media estábamos desembarcando en Ålesund. Domingo, así que aparcamos gratis casi en el centro. Eso hizo que papi pusiera la misma cara que cuando encuentra ofertas de pienso (aunque luego no me las compre, el muy rata). Exploramos Ålesund a pata. Es famosa por su arquitectura Jugendstil, que básicamente quiere decir "fachadas que parecen pasteles de boda". Visitamos el Jugendstilsenteret, la iglesia, el ayuntamiento y un montón de edificios con torrecitas, curvas y detalles decorativos que dan ganas de sacarles fotos aunque no sepas por qué. Abajo, la ciudad no nos pareció la bomba. Lo que más nos gustó fue el puerto, con barcos grandes, pequeños y medianos y ese olor a salitre que me pone nostálgico aunque nunca haya sido marinero. Pero la estrella del día fue la subida al mirador de Aksla. Son 418 escalones que trepan por la colina en medio de la ciudad. Yo los subí con tanta energía que dejé a papi medio mareado a mitad de camino. Desde arriba, la vista es de las que quitan el hipo y te hacen olvidar que el culo te duele de tanto coche. Ålesund se ve como una maqueta: fiordos, islas, tejados puntiagudos y un crucero que parece aparcado como si nada. Si miras mucho rato, igual te crees que estás en una caja de Lego muy bien organizada. Después de casi dos horas y media pateando y explorando (y comiendo en la camper sin moverla un milímetro), seguimos camino. Túneles y puentes nos llevaron hasta Alnes fyr, un faro precioso al final de una islita. Todo tranquilo, vistas abiertas, hierba suave, cielo que amenazaba pero no se atrevió... y un aire que olía a mar y a historias antiguas. Daba ganas de ladrarle al horizonte. De ahí a Brattvåg, y otro ferry, esta vez a Dryna. Por suerte breve, que ya teníamos más ferrys encima que un capitán de la marina mercante. Cruzamos Dryna y buscamos sitio para dormir en la siguiente isla. No encontramos nada precioso, pero sí práctico: un aparcamiento junto al inicio de unos senderos costeros, cerca de Midsund. Por la tarde, paseo largo. Caminos entre campos, ovejas que nos miraban raro (con esa mezcla de juicio y indiferencia que solo las ovejas manejan), mini-playas, rocas salpicadas de mejillones y ese olor a algas y sal que te entra en la nariz y se queda a vivir. Un buen cierre para un día completito: ciudad, arquitectura, faro, ferries, túneles y más de 160 kilómetros sobre ruedas. Esta noche dormiremos como troncos marinos... de los que flotan poco, porque estamos reventados.