De una torre de heroína medieval a un pueblo excavado en la roca y un escondite secreto junto al Loira. Hoy hubo escaleras infinitas, humanos curiosos y cuevas con historia. ¿Te cuento los ladridos?
Un lago lleno de plumas, un castillo que se deja ver a medias y un pueblo excavado en la roca donde hasta el agua parece mágica. Y al final, refugio secreto detrás de una iglesia. ¿Oléis la aventura?
De un bosque que nos bombardea con bellotas a un lago secreto lleno de cisnes, pasando por picnic fluvial y GPS rebelde. No hubo plan… pero hubo aventura. ¿Te vienes a olfatearla?
Una noche con discoteca sobre ruedas, una ciudad histórica explorada a paso perro y un bosque silencioso… salvo por las bellotas que atacan desde las alturas. ¿Sobreviviremos al bombardeo?
Sin museos ni playas ni prisas: solo bosque secreto, siesta sobre ruedas y un canal antiguo que nos esperaba sin saberlo. ¿Quién dijo que “no hacer nada” no da aventuras?
Dormimos como piedras, huimos de los museos y seguimos el instinto del hocico: compras, carretera sin destino y un prado escondido junto a un pueblo diminuto. ¿Adivinas dónde acabé marcando territorio?
Playas donde rugió la guerra, bunkers tragados por la arena, un museo que casi le explota la cabeza a papi y un final en un prado vacío digno de rey peludo. ¿Te vienes a oler historia conmigo?
Amanecí navegando, hice pis al lado del “baño canino”, conocí collies internacionales y papi devoró media carta del ferry. Llegamos a Cherbourg sin gasoil y acabamos durmiendo entre autocaravanas francesas.
Cerramos Irlanda con paseo de película, cantera clandestina, colada con vagabundo cervecero y camarote “pet‐friendly” donde me prohibieron la cama… y fui el primero en subirme.
De playas interminables a dunas y reservas naturales, terminamos el día entre colinas y brezos, explorando, jugando y disfrutando del último rincón secreto antes de despedir Irlanda.
De ruinas medievales a ferris tragacoches, pasando por el faro más viejo del planeta y una cena tardía con viento en modo secador industrial: día completito para un perro explorador y su humano despistado.
De reyes vikingos a playas prohibidas, pasando por un marinero de metal que nunca pestañea. Yo, con la cola en alto, viví un día de castillos, acantilados y siestas con ronquidos gloriosos.