Dag 71: Braetongue - Achriesgill

Durness, playas y Faith en la carretera

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🌊🐾 Misión: ¡Pelota bajo el mar! 🥎🐬
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La noche fue tan tranquila que ni me enteré de que estábamos aparcados justo donde se cruzan dos carreteras. Ni un solo coche con alma de rally nos molestó. Por la mañana, mientras Papi Edu contemplaba las vistas con cara de anuncio de yogures naturales, yo vigilaba unas vacas sospechosas. A las once arrancamos.

Nada más salir cruzamos el Tongue Causeway, que es como un puente larguísimo que une dos tramos de tierra sobre un brazo de mar. Bueno, no es un puente tal cual, es más bien un trozo de carretera elevado que hace que el coche parezca flotar entre agua y montañas. Bastante chulo, aunque sin patos.

Después intentamos visitar Ceannabeinne Beach, pero ya desde arriba el panorama no nos convenció: mucha gente, coches y autocaravanas por todas partes y, encima, una tirolina con humanos gritando mientras volaban por encima del valle. Vamos, cero tranquilidad. Así que dimos media vuelta con estilo y seguimos hacia Durness.

Allí aparcamos cerca de Smoo Cave, y justo al poner el freno de mano apareció una señora que nos habló en español. Resulta que vive en Málaga, aunque su marido solo chapurrea inglés. Charlaron un rato con Papi Edu, nos despedimos como viejos amigos de parque y seguimos la excursión.

Primero, un paseo por los acantilados con viento en las orejas y vistas que quitan el hipo (y la gorra). Luego bajamos a Smoo Cave, una cueva enorme que empieza como túnel de piratas y termina en sala de eco. Tiene una cascada dentro, agua que suena a ducha de hotel y rincones oscuros que daban un poco de sustito. Se puede visitar una parte más profunda en barquita, pero como no aceptan perros (¡indignación canina!) y además costaba 15 libras, decidimos dejarlo para otra vida.

Volvimos al coche, vigilé los alrededores desde la ventanilla mientras Papi Edu hacía una compra rápida en el Spar de Durness y seguimos ruta hacia el suroeste buscando sitio para comer. Y fue en Rhiconich donde se nos cruzó la historia del día.

Allí, en plena carretera del fin del mundo, una chica joven hacía autostop con pinta de haber vivido tres aventuras y media. Se llamaba Faith (sí, como la esperanza, pero con mochila), y había hecho un sendero de dos días hasta Durness. La llevamos hasta el aparcamiento de Blairmore, donde había dejado su coche. La conversación entre humanos fue amena, aunque yo sospecho que en realidad me estaba mirando a mí todo el rato.

En ese mismo aparcamiento nos quedamos a comer. Había de todo: coches, autocaravanas, ovejas rumiando y turistas aplicados. Faith se despidió hacia las cuatro y media para conducir más de seis horas hasta Perth. ¡Valiente!

Nosotros nos mudamos a un aparcamiento cercano, el de Oldshoremore Beach. ¡Qué maravilla! Arena clara, rocas redondas, el mar más azul que mis juguetes favoritos y hasta unas olitas para mojarse el lomo. Pasamos casi dos horas allí, tumbados como lagartos felices. Yo me metí en el agua con precaución... y oye, ni tan mal. No estaba helada, solo "vigorosa". Incluso Papi Edu se dio un chapuzón.

A eso de las siete volvimos al coche para buscar donde dormir. Ya sabéis cómo va esto: sitios bonitos pero llenos, otros con señal nula, alguno con más mosquitos que estrellas… Después de mucho mirar, volvimos a un sitio que habíamos visto antes, con vistas sobre Loch Inchard, aunque aparcamos al otro lado de la carretera. Poco tráfico, ambiente tranquilo, y una puesta de sol que tiñó el agua de naranja mientras las ovejas rumiaban en silencio. Casi poético.

Yo hice pipí en un arbusto con vistas y luego nos metimos en la camper, cansados pero felices.

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