Hoy ha sido un día de encuentros simpáticos. Muy divertido.
Primero, por la mañana, cuando todavía no habíamos salido de la cámper, escuchamos voces cerca de la cámper. Normal, porque muy cerca de nuestro sitio de pernocta pasa el camino que llega a la cima donde fuimos ayer. Pero luego notamos que se estaban tocando los enganches en el lateral de la cámper, donde había una bolsa de fruta. Pensaba que nos estaban robando la fruta, pero cuando salí ladrando ya se habían ido, y resultó que solo habían cambiado la bolsa de estribor a babor. Qué majo!
Un poco más tarde se acercaron dos personas hablando en alemán. Resultó ser la pareja joven con quien muchas veces coincidíamos en sitios de pernocta, y otra vez estaban (casi) en el mismo sitio. Mi papi les ofreció un café, charlaron un rato y luego ellos siguieron su camino hacia la cima de la montaña.
Mas tarde salimos también. En coche bajamos de la montaña y nos fuimos al pueblo Aragats. Allí comienza una pista súper súper chunga, de 12 kilómetros, para llegar a la catarata de Gegharot. Con nuestro coche teníamos que ir lento, pero no había ningún problema hasta un poco más de un kilómetro antes de llegar a la catarata. Un camión grande estaba parado en medio del camino porque no era capaz de subir la cuesta. El conductor y el copiloto solo hablaban armenio pero pidieron con gestos una cosa que parecía una locura: que subiésemos la cuesta con nuestro coche, para luego remolcar aquel camión de diez toneladas. Mi papi se lo pensó, hizo su plan y decidió ayudarles a los hombres. En fin... con nuestro coche subimos la cuesta y nos dimos la vuelta en el camino que era bastante estrecho. Pusieron piedras delante de las ruedas de nuesto coche, desplegaron el cabrestante y ataron el cable al camión. Y... milagrosamente funcionó. Eramos capaces tirar aquel camion enorme cuesta arriba, hasta llegar a un punto donde podía seguir su camino sólo. Guauu! Por supuesto los tíos estaban muy muy agradecidos.
El camino terminó unos cien metros antes de llegar a la catarata. Allí es un sitio bien bonito y paraísico, no había nadie salvo unas vacas y disfrutamos de la paz y el buen tiempo. Por supuesto nos acercamos a la catarata para hacer unos selfies, pero ni siquiera mi papi se bañó porque el agua estaba helada.
Después de pasar un buen rato de relax comenzamos el regreso por el mismo camino. A unos cientos metros estaba el camión y ahora con dos otros coches. Se estaba haciendo pic-nic y preparando una barbacoa con un cordero recién matado. Para agradecer la ayuda nos invitaron a comer y beber con ellos: ensalada, pan, queso y por supuesto vodka y coñac. Nos quedamos una horita con ellos y lo pasamos muy muy bien.
La vuelta por la carreterita parecía más corta y más fácil y pronto volvimos a la civilización. Cogimos una carretera principal y cuando ya se estaba oscureciendo encontramos un sitio para pernoctar en un bosque en la montaña.
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